Marco
Denevi
Duicinea
del Toboso
Leyó tantas novelas que terminó perdiendo la razón. Se hacía llamar Dulcinea
del Toboso (en realidad se Ilamaba Aldonza Lorenzo), se creía princesa (era
hija de aldeanos), se imaginaba joven y hermosa (tenía cuarenta años y la cara
picada de viruelas). Finalmente se inventó un enamorado al que le dio el nombre
de don Quijote de la Mancha. Decía que don Quijote había partido hacia remotos
reinos en busca de aventuras y peligros, tanto como para hacer méritos y, a la
vuelta, poder casarse con una dama de tanto copete como ella. Se pasaba todo el
tiempo asomada a la ventana esperando el regreso del inexistente caballero.
Alonso Quijano, un pobre diablo que la amaba, ideó hacerse pasar por don
Quijote. Vistió una vieja armadura, montó en su rocín y salió a los caminos a
repetir las hazañas que Dulcinea atribuía a su galán. Cuando, seguro del éxito
de su estratagema, volvió al Toboso, Dulcinea había muerto.