Primer párrafo
de la novela Coronación (1958) de José Donoso, chileno:
Rosario mantuvo
la puerta de par en par mientras el muchacho apoyaba la bicicleta en los peldaños
que subían desde el jardín hasta la cocina, y lo dejó entrar con el canasto
repleto de tarros, paquetes de tallarines, verduras y botellas. Dando un bufido, depositó su carga sobre el
mármol de la mesa. Y al verlo quedarse
con los ojos fijos en el vapor de la cacerola después de vaciar el canasto
pausadamente, Rosario adivinó que algo le sucedía, que tal vez quisiera pedirle
un favor o hacerle una confidencia, ya que había desaparecido su habitual
atolondramiento de pequeño coleóptero obscuro y movedizo. Entre todos los muchachos que repartían las
provisiones del Emporio Fornino, la cocinera de ordinario seca y agria, siempre
prefirió a éste, por ser el único que se mostraba consciente del vínculo que la
unía al Emporio. A pesar de su larga
viudez nada halagaba tanto a Rosario como que se la considerara unida aún a tan
prestigiosa institución, ya que Fructuoso Arenas había sido empleado de Fornino
antes de casarse con ella y pasar a ser jardinero de misiá Elisa Grey de
Abalos.
HAGA CLIC AQUI PARA VER DOS POSIBLES
TRADUCCIONES DE ESTE PARRAFO.