Este texto ha sido sacado de España y los españoles por Cirré and Cirré. New York: Holt Rinehart, 1981, pp. 129-132
La Guerra Civil tuvo una duración de casi tres años (1936-1939). Los elementos monárquicos, tradicionalistas, falangistas y los militares habían explorado, desde largo tiempo atrás, las posibilidades de derrocar la República. De todos ellos, los falangistas eran los únicos que tenían un programa social.
La sublevación comenzó en Marruecos, donde se levantó el ejército de guarnición, y en Pamplona, donde se hallaba el cuartel general de los requetés, nombre con que se designaba a los voluntaristas carlistas. Pronto fueron secundados por falangistas y militares en diversos puntos de la Península. El general Sanjurjo, desterrado en Portugal, fue el elegido para dirigir el movimiento. Su muerte, ocurrida por accidente, al caer el avión que había de transportarlo a España cuando salió de Lisboa, hizo que los sublevados lo sustituyeran en la jefatura por el general Francisco Franco.
El gobierno republicano trató de lograr un acuerdo con los militares y evitar el conflicto. Fracasado este intento de los moderados, se confió el poder a un gabinete más izquierdista que, en vista de las escasas fuerzas armadas de que podía disponer, decidió armar milicias civiles. Esta medida tuvo por consecuencia el fracaso de los sublevados en Madrid, Barcelona y otras ciudades y regiones en las que los milicianos atacaron los cuarteles y pudieron dominar la rebelión.
En los primeros días de la contienda la confusión fue inmensa. Las zonas ocupadas por los nacionalistas--como se llamó a los sublevados--y los republicanos estaban tan entremezcladas que era muy difícil, para unos y otros, establecer contactos con las de su propio bando. Por otra parte, toda España se encontró súbitamente envuelta en una ola de terror desencadenada por los exaltados de ambas facciones.
Cuando, a fines de 1936, cierta semblanza de orden logró establecerse, los republicanos dominaban la mayoría de las grandes ciudades--entre ellas Madrid, Barcelona, Valencia y Bilbao--y las reginones industriales del norte y del este, gran parte de Castilla la Nueva y el sureste de Andalucía. El resto del territorio se hallaba ocupado firmemente por los rebeldes.
Sin embargo, esta situación no podía prolongarse. Los nacionalistas contaban con mejores mandos militares, con las tropas veteranas de Africa y con el auxilio de Italia y Alemania en hombres y material. La política de "no intervención", decretada por la Sociedad de las Naciones, y que nadie obedeció, favoreció en último término a los nacionalistas ya que privó al gobierno republicano de adquirir, legalmente, material de guerra. De todas formas los republicanos recibieron, también, ayuda de Rusia y de México en armamento. Además un crecido número de voluntarios extranjeros, entre los que se contaban muchos americanos, organizaron en el territorio republicano las llamadas Brigadas internacionales que actuaron como tropas de choque. En cuanto a los milicianos, pese a su entusiasmo, no lograron formar huestes verdaderamente disciplinadas sino cuando la guerra se hallaba en su período final.
La lucha se prolongó más por la inesperada y larga resistencia de Madrid. Málaga, en el sur, y la zona industrial del norte, fueron conquistadas por los nacionalistas y sus aliados en el 1937. A principios de ese año la derrota sufrida por los italianos en Guadalajara sólo sirvió para afianzar la defensa de Madrid.
En el invierno del 37 al 38, uno de los más fríos registrados en España, tuvo lugar la más sangrienta batalla de la guerra: la ofensiva republicana contra la ciudad de Teruel, seguida por una contraofensiva nacionalista que desalojó a los republicanos de sus posiciones y llegó a la costa del Mediterráneo, al norte de Valencia, separando Cataluña del resto del territorio republicano. Desde entonces, la suerte de la contienda estaba decidida. A pesar de los esfuerzos de los republicanos, la superioridad de los nacionalistas en artillería y aviación era considerable. Ademós, los bombardeos aéreos, llevados a cabo por la aviación nacionalista, contra ciudades y pueblos de la zona gobernada por la República y la general falta de alimentos en esta zona, contribuyeron a quebrantar la moral. En febrero de 1939 se efectuó la conquista de Cataluña y en abril del mismo año las tropas de Franco entraron en Madrid y la guerra se dio por acabada.
Voluntarios
estadounidenses
llegan a Barcelona.